Se conocieron un día soleado, a Ana se le estropeó su Peugeot, y como no podía ir a su taller oficial optó por dejarlo en el primer taller que pillara. Cuando llegó, Juan se quedó inmediatamente prendado de ella, aunque no quiso darle mucha importancia, Ana sabía, gracias a su sexto sentido, que Juan la había echado el ojo, pero se hizo la interesante un buen rato mientras lo veía de reojo por el espejo retrovisor.
- ¡Uhm, esto tiene mala pinta! -le decía Juan a Ana- ¡Parece que la batería anda algo sulfatada, tendrás que venir a por tu coche mañana!
- ¡Pero si necesito el coche para ya mismo! -le replicaba Ana-
- Si no quieres quedarte tirada en medio de la carretera, es tu problema entonces.
Ana aceptó, aunque realmente lo de Juan fué una burda excusa, y detras de esa otra y otra y otra...., hasta que al final, entablaron tanta confianza que dejó que Juan la llevara en coche a su trabajo, de ahí los cines, los parques, los amigos, y sin darse cuenta los dos estaban empezando una bonita historia de amor.
Llegó el día de su boda y todos sus familiares y amigos apoyaron su unión muy contentos, ya que los dos formaban una bonita y equilibrada pareja.
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